viernes, 15 de octubre de 2010

Middlemarch: tejiendo y destejiendo destinos humanos (I)


Seis razones para leer Middlemarch, la novela de mil páginas que publicó George Eliot en 1874 y que yo  he leído con asombro, deseando que no acabara o que hubiera escrito otra igual para saber qué les deparaba el destino a sus personajes.

1. La sutileza con la que capta la complejidad de las decisiones que toman sus personajes, consiguiendo caracterizarlos a través de una combinación de su psicología y sus actos:
“La señorita Brooke, a partir de palabras e intenciones, sacaba conclusiones con la misma decisión que otras jovencitas de su edad. Los signos son cosas pequeñas y mensurables, pero las interpretaciones carecen de límites y para las muchachas de naturaleza dulce y ardiente, cualquier signo es capaz de suscitar un asombro, una esperanza y una fe tan vastos como el cielo, y coloreados por una diluida pizca de sustancia con pretensiones de conocimiento. Pero no siempre se equivocan por completo: el mismo Simbad, con un poco de suerte, pudo incurrir en alguna descripción veraz, y falsos razonamientos sirven a veces para que los pobres mortales saquemos conclusiones ciertas: empezando muy lejos del punto debido y avanzando por medio de vueltas y zigzags, de cuando en cuando llegamos exactamente al sitio donde deberíamos estar. Que la señorita Brooke se precipitara al dar su confianza no prueba que el señor Casaubon fuese indigno de ella”.
2. La profundidad con la que indaga en las motivaciones de sus personajes, procedentes tanto de su carácter individual como del contexto social que las condiciona:
“En su alma no cabía otra idea que la perspectiva inmediata de una vida más plena: era una neófita a punto de ascender a un nivel más adecuado. Encontraría campo para utilizar las energías que se agitaban inquietas bajo la torpeza y las presiones de su propia ignorancia y el mezquino dogmatismo de las costumbres provincianas. Ahora se le permitiría vivir continuamente bajo la luz de un espíritu reverenciado. Esta esperanza no dejaba de mezclarse con el calor de una orgullosa complacencia: la gozosa sorpresa virginal de verse elegida por el hombre que su admiración había escogido. Todo el apasionamiento de Dorothea se comunicó a su inteligencia, que se debatía en busca de una vida ideal; el resplandor de su adolescencia transfigurada iluminó el primer objeto que se puso a su altura. Al ímpetu con que la inclinación se transformó en voluntad decidida contribuyeron los pequeños sucesos del día que habían hecho patente su insatisfacción vital”.
3. Las digresiones, breves y llenas de sabiduría, que el narrador intercala a lo largo de la narración y que parecen brotar del relato de forma natural:
“Nosotros los mortales, hombres y mujeres, devoramos muchas desilusiones entre el desayuno y la hora de la cena; contenemos las lágrimas, palidecemos un poco, y al contestar a las preguntas decimos: ‘No, ¡no me pasa nada!’. Nos ayuda el orgullo; y el orgullo no es una cosa mala cuando nos impulsa a ocultar nuestras heridas… en lugar de a hacer daño a otros”.
4. Una visión de la vida humana caracterizada por la precariedad, lo incierto, la debilidad con la que se toman decisiones que marcarán nuestro destino:
“Dorothea esperaba con interés aquella iniciación a las ideas, como esperaba con interés el matrimonio, combinando sus vagas concepciones acerca de ambas cosas”.
“A todos nosotros, personas serias o frívolas, las ideas se nos enredan en metáforas, y actuamos inevitablemente fundándonos en ellas”. 
5. La modernidad de la posición del narrador respecto a la historia y sus personajes. Se trata de un narrador omnisciente que, sin embargo, trata a sus personajes como un observador que intenta conocerlos a fondo y comprenderlos, respetando su libertad para actuar conforme a su carácter y destino. La actitud con la que los mira y los da a conocer no es el de la superioridad de quien mira con desprecio o suficiencia a seres mediocres, sino una actitud de compasión propia de quien se sabe igual de mediocre que los demás. Desde el respeto por la complejidad de las vidas humanas, el narrador asume la dificultad de conocer al otro y se presenta como uno más entre sus personajes, con las mismas limitaciones, idénticas posibilidades de acierto y fracaso. El narrador se dirige al lector para explicarle cuál es su cometido, en qué consiste lo que está haciendo, un propósito que será el que defina al narrador débil, poco fiable, sincero y honesto de la novela moderna. En el siglo XIX ha cambiado el mundo y ha cambiado la forma de acercarse al conocimiento, ya no estamos en la época en la que “los días eran más largos, cuando las tardes de verano se vivían muy despacio y cuando el reloj hacía tictac con lentitud en las noches de invierno”. Ahora el narrador sabe que ya no está a su alcance presentar un completo panorama del universo que aspire a captar la verdad eterna del mundo. Su cometido es mucho más modesto, se conforma con describir con minuciosidad solo un pequeño fragmento de la vida concreta de un puñado de seres humanos en un lugar y un momento determinados. 
“Yo, al menos, tengo tanto trabajo descifrando ciertos destinos humanos y viendo cómo se tejen y destejen, que toda la luz de que dispongo debe concentrarse sobre esa malla particular, sin dispersarse sobre ese tentador conjunto de cosas más importantes llamado universo”.
6. La razón principal: conocer a Dorothea, Mary y a otros personajes memorables.

6 comentarios:

  1. Me está apeteciendo mucho conocer a los personajes que describes; intuyo que esa Dorothea que "se precipita dando su confianza" me va a gustar...no sé... Lo que pasa es que me pilla en un momento delicado en cuanto a lecturas:

    Junto al sillón de lectura está preparado "En lugar seguro" de Stegner, en el Kindle me está esperando "Middlemarch" y en mi bolso ha aterrizado esta tarde, como por encanto, "Berlín Alexanderplatz" (en una de esas ediciones horribles, que no me importará que se manche de cerveza en la Alexanderplatz de verdad)... y a todo esto, quiero paladear con la lentitud que merecen, los dos últimos cuentos de "Fiesta en el Jardín"... Enrique, estoy empezando a ponerme nerviosa... pero ¡qué nerviosismo más bonito!... un montón de historias maravillosas esperándome...

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  2. Es probable que Dorothea te ponga muy nerviosa al principio, pero seguro que la comprendes. Es una chica de 19 años, idealista, llena de sueños altruistas, bella pero arisca, que quiere ser diferente y desprecia lo convencional. En pleno fervor adolescente se casa con un profesor, viejo y feo, buscando una comunión espiritual que le haga crecer en sabiduría, despreciando lo que ella considera secundario o superficial, como la belleza física o la juventud. Cuando decide casarse, y ante la incomprensión de todos los que la rodean, le dice a su hermana: “Es triste que consideres a los seres humanos como si fueran meros animales acicalados y nunca veas en el rostro de un hombre que tiene el alma bella". Cuando descubra que su marido es un ser incapacitado para cualquier tipo de comunicación emocional, Dorothea se enfrentará a su destino. Eliot es inteligente, muy sabia, y llena de bondad hacia sus personajes.

    En esta novela todos se equivocan muchas veces, pero siempre vuelven a intentarlo, y van aprendiendo poquito a poco. Te gustará. No, te asombrará.

    Encantado de hablar contigo, seguidora número 1.

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  3. Envidiando a Francesca por ser la 1ª comentarista, me postulo para la madalla de plata. Enhorabuena, Enrique, por tu blog. Me ha encantado lo que dices de los libros en la presentación del autor
    Un abrazo

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  4. Esa medalla ya te la has ganado, por supuesto. Pero esto es como algunos premios literarios: es el galardonado el que en realidad da distinción a quien concede el premio. A este paso, este blog va a ganar el premio al blog con los mejores comentaristas. 'El blog de los comentaristas distinguidos' podría ser un buen título. En serio: este blog no sería como es si los vuestros no existieran. Gracias por la compañía, amigo Corto Cortés.

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  5. Supongo que recuerdas aquel e-mail que nos enviaste cuando mi mujer se quedó embarazada de nuestra primogénita.
    "...La vida parece un río tranquilo y de repente una corriente subterránea te arrastra hacia un mundo mágico que cambia el color de los días...."
    No se que quiero decirte con esto y si lo se. A mi no me gustó "En lugar seguro". Entiendo que a ti si.
    Si se que yo soy de los estaré en el andén el día que te montes en el tren y saludes desde la ventanilla.
    Formas parte de nosotros y estamos muy orgullosos de poder compartir contigo tantos y tantos momentos de humanidad.
    Suerte con tu nueva aventura.
    Un abrazo,
    8-)

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  6. No recuerdo ese email, Jesuskalu, pero es una buena frase. Ojalá los trenes estén siempre llenos y los andenes vacíos. Ya sabes que los viajes sin vosotros no saben igual. ¡Ven mucho por aquí!

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