viernes, 29 de octubre de 2010

Pegaba el rostro a los cristales fríos

You are my Sunshine (E. A. 2010)


I
A veces confundimos a una persona con un ogro. Si eso ocurre entre seres queridos, asistimos a una tragedia, la más grave a la que puede verse arrastrado alguien, uno de esos momentos de la vida que dejan cicatrices. El motivo que nos lleva a confundir a alguien con un ogro es nuestra propia ceguera ante la debilidad de los demás. La soledad nos vuelve ciegos al desamparo de los otros. Porque una persona que odia es alguien que no conoce a fondo su corazón. A veces uno puede sanar. Otras, esa incomprensión mutua conduce a la perdición. La adolescencia es una etapa de la vida propensa a ese tipo de odios, que pueden ser tan grandes como los sentimientos que inspira el amor.

II
La otra noche, mi hija Raquel, que está a punto de cumplir siete años, se puso a llorar sin motivo. Ya se había cepillado los dientes y acostado en la cama. Como todavía no eran las diez, nos pidió permiso para leer un poco. Está bien, le dijimos, ¿qué libro te apetece leer? Se levantó de un salto, se puso de puntillas sobre la cama y alargó el brazo para alcanzar un libro de cuentos de la estantería. Se sentó en la cama con el libro en el regazo y, cuando me incliné sobre ella para darle un beso de buenas noches, rompió a llorar. Las lágrimas le rodaban por las mejillas y, tapándose la cara con las manos, sollozaba desconsoladamente. “No quiero hacerme mayor”, dijo.

III
La dueña del Club de los Domingos me recomendó un libro recientemente para un viaje en avión que tenía previsto. Ella sabe que no me gustan los libros cortos, es una manía mía: siempre pienso que si hay autores, como Tolstoi, por ejemplo, que necesitan mil páginas para intentar aproximarse algo al misterio de la condición humana, cómo es posible que otros pretendan ventilar asuntos similares en unas pocas páginas. Sin embargo, se empeñó en que me comprara El baile, de Irène Némirovsky. Fui a la librería, lo sopesé… y afortunadamente no le hice caso.

Si le llego a hacer caso hubiera llegado sin libro al asiento del avión. La lectura de El baile no me habría durado ni hasta la puerta de embarque. Incluso es probable que me hubiera despistado y quizá hubiera perdido el vuelo, de tan absorbente e intensa que es la novela. Cuánto podrían aprender de Némirovsky algunos autores que necesitan mil páginas para contar la mitad de lo que ella cuenta.

IV
El baile es un prodigio de contención. Con dos palabras se puede señalar el abismo que se abre entre dos personas que se odian en silencio. Las cosas se cubren de polvo, se desconchan las paredes y el agua de los jarrones vacíos se enturbia cuando la mirada de una chica desdichada se posa sobre el mundo. Con taciturna aplicación, la chica extiende un velo de tristeza por la casa. Bajo sus manos tristes sobre el teclado, la música más sublime suena como un “clamor informe y ruidoso”. Hasta las luces de las farolas que tiemblan en el viento pierden su encanto e infunden temor.

La novela tiene una atmósfera tan sombría que encoge el corazón. Pero es más triste por lo que sugiere que por lo que cuenta. El narrador estira la cuerda de las emociones al máximo, hasta dejar al lector a punto de exclamar: ¡ya basta! Pero el lector guarda silencio porque sabe que lo que se le cuenta es verdad. Todo lo que se nos deja ver son cosas materiales, objetos inmóviles, miradas esquivas, gestos fugaces, palabras banales. La vida misma en las horas oscuras.

Pero Némirovsky me recuerda a Isak Dinesen. Su grandeza está en su capacidad de observación, la atención que pone a la hora de seguir a sus personajes y la seriedad que emplea para conocerlos. Y detrás de todo hay tal sabiduría vital que, en medio de la tristeza, el lector sabe que va en buena compañía, que no se le abandonará a la intemperie. Con El baile sabremos que tarde o temprano el velo se retira y vemos al otro por primera vez: entonces, en él nos descubrimos a nosotros mismos.

V
Al día siguiente salí a pasear con Raquel y de paso a comprar el pan para la cena. Hacía una tarde cálida, aunque el sol ya se estaba escondiendo. A mitad de camino, me fijé en que llevaba los bolsillos traseros de los vaqueros muy abultados. ¿Qué llevas ahí?, le pregunté. Y ella empezó a sacar cosas: un lápiz de color azul, un sacapuntas, dos cuartillas dobladas, unos trocitos de hojas de morera, un muñequito de plástico, una piedra pintada de azul...

8 comentarios:

  1. Intuí que “El Baile” te gustaría. De Némirovsky me encanta su novela corta, yo no me maravillé, por ejemplo con “Suite Francesa”, sin embargo esta y “David Golder” son dos prodigios de la insinuación, del dejar entrever, del alumbrar débilmente el camino para que el lector lo siga con su imaginación, libremente… Hace ya un tiempo que me inclino por leer novelas en las que siento que mi experiencia como lectora es respetada y se me deja aportar también a mí algo a la obra. Los novelones que antes me gustaban tanto ahora me parecen demasiado obvios, demasiado descriptivos… quizás estoy en una época de mi vida en la que necesito más espacio para soñar, no sé… ¡debe ser la edad!

    En fin Enrique, que ya sabes que me alegro de que te haya gustado el libro, pero te lo repito aquí, para que no te quede ninguna duda. Muchas gracias por el hermoso post de hoy, he disfrutado leyéndote y no soy la única, estoy segura.

    (Al final no ha habido ponis, pero puedo ver las varitas de las hadas por aquí… ya sabía yo que ellas habían tenido algo que ver en este precioso escrito).

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  2. Me lo voy a tener que comprar en cuanto vuelva a Madrid. Yo también soy de novelones pero me parece que este libro me va a gustar. La descripción psicologica de situaciones y personajes con la que tanto disfruto se puede insinuar y , es cierto, no hace falta dejarlo todo muy claro. Estoy de acuerdo con Francesca, a veces da gusto que el escritor de cancha al lector. Lo de la cria muy bonito, al punto de que me ha amocionado.
    Un abrazo
    PD. al pinchar en el enlace ha visto en la pagina actualizada del periódico que el Madrid ha empatado el partido al Hercules. Lo siento que creo que eres de Alicante ¿no?

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  3. Buenos días, Francesca. Ayer me aventuré por ahí fuera y entre cervezas, gintonics y entrecots de buey se me hizo tarde. Me gustó mucho El Baile, gracias por la recomendación, pero 'Suite francesa' me parece la gran novela de Nemirovsky. Es raro que no te maravillara. A mí los novelones solo me gusta si son buenos, exactamente igual que las novelas breves. Y cuando son buenos no importa la extensión. Se puede ser igual de obvio y de irrespetuoso con una novela larga que con una corta. Y las descripciones largas pueden ser lo más sugerente del mundo si son buenas. Es posible que eso lo digas por 'Norte y sur' y que todo su tramo final te haya parecido previsible, forzado y artificial. ¿no? Yo es que necesito finales felices y si el autor lo hace bien pues me lo creo todo.

    Amigo Corto Cortés: esta mañana me he despertado con el atentado de la plaza Taskin y me he acordado de ti. Espero que vivas muy lejos de esa plaza y que todos estéis bien. Ya sé que tú eres de novelones, creo que nunca te he visto leer una novela de menos de 500 páginas. Pero seguro que ésta te gustará. Y efectivamente, el Madrid empató el partido en la tercera cerveza, y lo desempató en la sexta... y a partir de ahí ya no me acuerdo de más. Aunque no soy alicantino sino de un poquito más arriba, ayer era más del Hércules que el que más.

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  4. Gracias por tu interés. Me ha llamado mi madre y me lo ha contado muy preocupada. Por ese lugar paso yo siempre que quiero curiosear en las magnificas tiendas de libros de la calle Istiklal . Realmente se puede considerar que es el centro de Estambul como la puerta del Sol sería el de Madrid. He visto el video de CC Turk y da un poco de miedo. es cierto.
    Un abrazo

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  5. Te equivocas Enrique, "Norte y Sur" me gustó mucho... también ese final previsible que tiene. ¿Qué más da? ¿por qué tienen que ser los finales imprevisibles?... y forzado no es, ni artificial tampoco... ¿por qué? Las flores de granado no son mis preferidas pero, aparte de eso, la novela me encantó.

    "Suite Francesa" seguro que la leí cuando no debía. A veces me pasa, todo el mundo diciendo que una novela es maravillosa y me lanzo a leerla, sin pensar que la que no está para maravillas en ese momento soy yo. En fin, una pena, visto que a ti te gusta, me he perdido algo bueno... esperaré a olvidarla y la releeré dentro de unos años, que siempre va bien tener joyitas en la recámara pendientes de leer.

    Y ayer no se te hizo tarde... ayer no estabas en el mundo... ¡¡¡6 cervezas!!!... noloquieronipensar...

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  6. No te preocupes, Francesca, al Madrid todavía le quedaba por meter un gol más, y aún vi los tres primer goles del Barcelona. Fue una noche agradable con amigos, y los niños jugando en el parque de enfrente, disfrazados de vampiros, dráculas y brujas. Yo sí percibí un poco en N&S que la autora tenía demasiado claro a dónde quería ir a parar, llevaba a los personajes demasiado sujetos. Eso no pasa con Middlemarch, por eso es mucho mejor: en ésta, la autora se limita a observar a los personajes desde una mayor distancia, se acerca a ellos con una actitud más abierta, dispuesta a que le sorprendan.

    Suerte, Corto. No dejes de informarnos de lo que ves por esos mundos. Y cuéntanos algún día cómo son esas tiendas de la calle Istiklal.

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  7. "He disfrutado leyéndote y no soy la única, estoy segura". Efectivamente, Francesca, no lo eres.

    Quique, creo que voy a hincarle el diente pronto al nuevo libro de Jonathan Franzen. ¡Ya te contaré!

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  8. Yo también tengo ganas de leer el de Franzen, por aquí ya se empieza a hablar de él. Pero si no lo has empezado, y en caso de que no la hayas leído, podrías leer el que estoy yo ahora leyendo: 'La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey'. Aunque más que leyendo, debería decir viviendo, porque es '¡uno de esos libros!' Es el libro que el club de lectura de La sociedad literaria ha elegido para comentar este mes. ¡Anímate!

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