sábado, 26 de febrero de 2011

La vida como reescritura


Lo que querías de esta vida (E.A. 2011)


Me he encontrado con este artículo que trata sobre las relaciones entre Carver y su editor, Gordon Lish, a propósito de la polémica sobre la auténtica valía de los relatos del autor de 'Catedral'. Según algunos investigadores, el estilo despojado y elíptico de Carver se debe a las correcciones de Lish, que editaba sus textos e incluso cambió los finales de muchos de sus relatos. La polémica, que ya es antigua, se ha reavivado ahora con la publicación en Anagrama de Principiantes, los relatos de Carver antes de la intervención del editor. Al parecer, la labor de Lish tuvo una influencia decisiva en el estilo tan característico de Carver. Creo que es una buena historia sobre la importancia de los editores. Al final lo que queda es el cuento, que no existiría sin el mundo visto por su autor y que probablemente no sería tan bueno sin la intervención de los editores. En el artículo se dice: 

La generosidad de espíritu obliga a aceptar a Lish como un otro yo de Carver que le permitió al autor alcanzar la perfección o, también, la "especificación fuerte" como él mismo denominaba a la buena literatura.

Todo buen autor (todo hombre, en realidad) hace de su vida un ejercicio constante de reescritura estética, histórica y moral.

En la escritura, como en la vida, somos eternos principiantes. Nos gustaría tanto reescribir nuestras vidas: dejar a oscuras aquella habitación, silenciar esa voz, hacer que pasara un tren en el momento que pronunciamos aquellas palabras, abrir la puerta que no abrimos la última tarde, espolvorear de adjetivos el beso silencioso... No podemos volver atrás, pero tenemos el tiempo y la memoria como los mejores editores. Si los utilizamos bien, el cuento de la vida puede ser luminoso, incluso con toda la melancolía de las cosas perdidas, como los relatos de Carver.  

Los desnudos de Bonnard
Raymond Carver

Su mujer. 
La pintó durante cuarenta años. 

Una y otra vez. El desnudo 
de su último cuadro, tan joven como el desnudo del primero. 

Su mujer. 


Él la recordaba joven. Cuando ella era joven.

Su mujer en el baño. En el tocador
frente al espejo. Desnuda. 


Su mujer con las manos bajo los pechos

mirando al jardín.
El sol derramando
calidez y color. 


Todas las cosas vivas florecen allí. 

Ella es joven y temerosa y muy deseable 

en su desnudez. Cuando ella murió, 

él pintó un poco más. 



Unos cuantos paisajes. Luego se murió. 

Lo enterraron junto a ella. 

Su joven esposa. 


(versión de Mariano Antolín Rato, ligeramente modificado)

2 comentarios:

  1. Hola Enrique, acabo de contestarte en el Club y me ha apetecido devolverte la visita, sobre todo después de hablar esta semana del libro de Maeve Brennan.
    Sobre el primer punto sabes lo que pienso, los buenos editores son fundamentales en la obra de un buen autor, los textos de Carver eran mejores tras la revisión de Lish, él lo sabía perfectamente y nunca lo negó. La supuesta polémica es absurda. A mí esa gente que proclama que nadie debe “tocar una coma” de lo que escribe me parece “poco leída”… Valoro mucho la edición ¡qué te voy a contar a ti que tú no sepas!
    Respecto a lo que dices de reescribir la propia vida… ¡eso es imposible! ni el tiempo ni la memoria tapan nuestras carencias... pero se puede vivir mejor cada momento. Tengo una teoría sobre eso... a lo mejor la cuento el próximo domingo, no sé, me lo pensaré.

    ResponderEliminar
  2. Pero si eso es lo que hacemos todo el rato. La vida no se podrá revivir ni corregir, pero sí reescribir. ¿Qué es si no la memoria? ¿No es una reescritura? Volvemos a contarnos las cosas que nos pasaron para ver si podemos entenderlas, acomodándolas a nuestro presente. Y el tiempo, solo en eso, corre a nuestro favor. Estoy deseando escuchar esa teoría tuya.

    ResponderEliminar

Hablemos...