sábado, 19 de febrero de 2011

Un buen lugar anclado en el tiempo


El destino (E.A. 2011)


Natalia ha apoyado el pie derecho en el pedal y se ha impulsado con seguridad saliendo a toda velocidad, las manos firmemente sujetas al manillar, los ojos entornados, un chupachup entre los labios. Cuando ha vuelto le he preguntado: ¿Te acuerdas de cuando estuviste aprendiendo a mantener el equilibrio? ¿Cómo te caías una y otra vez y volvías a subirte a la bici para avanzar haciendo eses? Me ha mirado fijamente con cara de estar pensando en otra cosa y se ha alejado tocando el timbre.  Este mismo lugar que la ha visto caer la ve ahora volar contra el viento. Es un buen lugar, anclado en el tiempo.

Yo he seguido leyendo mi libro, ‘Una historia iraní de amor y censura’, ignorando a las nubes que empezaban a tapar el sol. En esta novela hay una escena en la que los dos enamorados pasean uno junto al otro en busca de su destino. No saben qué hacer, pero intuyen que están en manos de un ser caprichoso. Para protegerse del destino o rezar para que sea benévolo, los enamorados van construyendo los lugares de su amor: un cine, la sala de espera de un hospital, un cibercafé, una mezquita… Lugares que se recortan en el tiempo para cobijarles en su desamparo.

La literatura nos ayuda a reconocer esos lugares donde todo es posible. Hay historias que sirven para eso. Son como plegarias en las que confiamos para que mantengan intacto aquello que amamos. Por eso la siguiente cita de los enamorados es en el patio delantero de una mezquita: “los dos creen que tan espiritual marco contribuirá a mantener la pureza de su amor”.

Ella coge un libro y “un halo de polvo dorado envuelve sus manos”.  Natalia vuela con su bicicleta dejando un rastro dorado. Esa huella es el poso del tiempo en los lugares donde la vida nos entregó algo de su esquiva belleza.

2 comentarios:

  1. Sinceramente, Enrique, me emociona más tu post de lo que me emocionó esa escena cuando leí el libro. Mucho más sugerente (y esperanzador) el rastro dorado de la bicicleta de Natalia, que ese par de... ¿enamorados?... en fin, si tú lo dices, yo no diría tanto de los protagonistas de esa historia.

    Sin embargo estos otros, no sé hacia donde se dirigen ni qué tipo de hilo los une, pero te aseguro que es de oro: "Ora casi podía sentir, al igual que una solución que penetra en la materia y modifica su esencia, cómo los temores lo iban asaltando. Cómo se iba formulando en él muy despacio la idea de que por primera vez en treinta y cinco años estaba solo con ella, del todo, sin Ilan, hasta sin la sombra de Ilan".

    Hasta pronto, me voy con ellos un rato, a recorrer el desierto...

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  2. "-Ahora empiezo a darme cuenta de que no te conozco -dice-. No eres la Sara que conocí. Estoy muy confundido.
    -Porque, egoístamente, siempre has querido que fuera como tú me imaginabas. La única persona que me ha visto como realmente soy es el poeta que vendía libros en la calle. Vuelve a la fiesta; quiero bailar para ti"

    Luego el libro que le di el poeta está estropeado como si no tuviera mucho valor. Sin embargo, lo importante es que él no se lo reprocha. El amor parece que no tiene explicación, pero "los corazones de ambos laten a toda velocidad y están a punto de estallar".

    Sí, Francesca, es emocionante.

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