miércoles, 23 de marzo de 2011

Mr. Potato en la librería


Orquídea (E.A./2011)

Esta tarde he presenciado un fenómeno asombroso: la librería más grande de la ciudad donde vivo se está convirtiendo en una juguetería.
He entrado de forma apresurada para refugiarme de esta lluvia primaveral que lleva cayendo todo el día y cuando he levantado la cabeza me ha dado un vuelco el corazón. He notado un cambio, algo diferente, como si hubiera más colorido, y enseguida me he dado cuenta de lo que estaba pasando.  Toda clase de objetos que antes ocupaban un rincón del espacio dedicado a la literatura infantil habían avanzado posiciones.
Muñecos de peluche, soldaditos de plástico, animales articulados, trenecitos de colores, coches teledirigidos, juegos de mesa y mecanos se han desplegado por las altas estanterías y los expositores. Incluso me ha parecido ver a Mr. Potato apoyado en el lomo de un manual de psicología de la seducción.
Sospecho que este proceso de transformación se ha desencadenado de espaldas a los propietarios de la librería. Creo que la invasión de los juguetes se está produciendo de forma gradual, probablemente un pasito cada noche, de modo que el avance es imperceptible cuando la librería abre sus puertas por las mañanas. No lo sé, me parece un suceso digno de estudio.
Un poco aturdido me he dirigido a la sección de librería tras saludar a un joven que, con la cabeza cubierta con una gorra de baseball, me sonreía desde una torre de libros a tres metros sobre el suelo. Y entonces ha sucedido algo no menos insólito: he encontrado sin dificultad los dos libros que andaba buscando, Nunca me abandones, de Ishiguro, en bolsillo, y Las siete edades, de Louise Gluck. Allí estaban, muy quietos y silenciosos, como si los supervivientes hubieran desarrollado su capacidad de resistencia.
La sección de poesía era la más diezmada. Por lo que he visto, los libros de versos se han visto obligados a compartir expositor con las biografías de músicos de jazz, y en los estantes había ya tantos huecos que los delgados tomos parecían tambaleantes.  El escenario era tan desolador que casi me he llevado con pena el libro de Louise Gluck cuando lo he descubierto al borde del estante, agazapado a poca distancia de un ejército de soldados diminutos y armados hasta los dientes. 


Este post está dedicado a Begoña, que dejó una orquídea en casa.

4 comentarios:

  1. Hermanito, en mi ciudad también está ocurriendo. Además de verse reducido considerablemente el espacio para la música. Lo que en su día iba a convertirse en un centro de referencia para la búsqueda/compra de música, cine y libros. Se ha convertido en venta de bestsellers, series medias y películas comerciales. ¿Dónde se ha quedado ese cine de autor, discos de importación o grupos alternativos....? Un día decidieron que los discos de vinilo debían volver a las estanterías, en un principio me alegro hasta que descubrí sus precios prohibitivos y la poca variedad... No es de extrañar que siempre encuentres los mismos disco día tras día, visita tras visita... quién puede pagar 23 euros por un disco que en cd vale 14 o te lo puedes descargar de la red. Incautos y románticos como yo. Ni hablar del precio de los libros... Así es como se acaba con la cultura en este país. Internet forever. Puto Fnac. Con lo que disfrutaba yo comprando discos... Han acabado con una de mis pasiones. Ni que decir tiene las ferias de discos de "coleccionistas", otra estafa, basura de fondo de armario, yo creo que los discos interesantes llenan las estanterias de sus casas, cuando encuentras algo y preguntas el precio, se rien y te sueltan la primera cifra que les viene a la cabeza (150 euros), vamos que para una joya que tienen no la van a vender, supongo...

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  2. Nos cambian las tabernas por McDonals, las librerias por centros comerciales, la libreta por el i-Pad, el papel por el PDF,...Ya nada será igual.
    Es el progreso a ninguna parte o a un futuro mejor.

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  3. Pero al final encontraste los libros que buscabas... ¿no?

    ¿Qué quieres que te diga? a mí "muñecos de peluche, soldaditos de plástico, animales articulados, trenecitos de colores, coches teledirigidos, juegos de mesa y mecanos" me parecen mejor compañía para los buenos libros, que esos otros libros (de papel, tapa reluciente y coloreada, formato más tradicional imposible) escritos por personajillos de tres al cuarto, que nada aportan excepto una exhibición desconsiderada de su desprecio por la literatura.

    Lo peor es lo de la poesía, que desaparece de las estanterías y de la vida a una velocidad que asusta un poco...

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  4. Eso será lo que pasa, que desaparece la poesía, la música y hasta la buena comida de este mundo de plástico que estamos construyendo. Lo que pasa es que es algo tan antiguo que da pereza decirlo, suena anticuado e inútil. Quizá solo nos queda convertirnos en resistentes del papel y del vinilo, pero sobre todo de la búsqueda de lo bueno, de lo que esté lo menos contaminado posible con la radiactividad del consumo. No sé si avanzamos a mejor. No todo lo nuevo es bueno.

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