jueves, 21 de abril de 2011

Los libros que fueron deseados


En el prado (E.A. 2011)

Imagínate que tienes un libro por leer, del que sabes que te vas a enamorar. ¿Qué haces? ¿Empiezas a leerlo mientras haces cola en el supermercado? ¿No será mejor preparar una cita en la que todas las circunstancias sean propicias para escucharle? Sin embargo, a mí me pasa que cuando por fin sale el libro que tanto he esperado, el deseo se apacigua un poco y, no sé por qué, puedo dejar pasar un año entero antes de comprarlo, y después, ya en casa, otro año más antes de abrirlo. Y cuando por fin lo leo, pienso que cómo es posible que no lo haya leído antes. Es un comportamiento estúpido. Nunca he pensado por qué lo hago. Creo que es por miedo a la decepción, o quizá por una falta de entusiasmo ante la vida.

Muchas veces me sucede que por esperar tanto dejo que se agote el libro en las librerías y el título tan deseado se vuelve inencontrable, como una novia abandonada. Entonces inicio una búsqueda tenaz, aunque intermitente, de un libro que con el paso del tiempo se vuelve cada vez más misterioso. Nunca me ha ocurrido que al fin diera con él. Así que lo imagino acumulando polvo en un baúl que algún día encontraré. Y entonces leeré ese verso que necesité diez años atrás y ahora ya solo descansa entre las páginas como una hoja seca, o aprenderé algo que debí haber sabido mucho tiempo antes, esa verdad que de haberla descubierto antes habría cambiado mi destino.

Un viento pesado ha barrido esta mañana los campos. Torbellinos de aire han arrancado pétalos amarillos y los pájaros saltaban de rama en rama alborotando los naranjos. Me he refugiado en la buhardilla y he colocado el escritorio frente a la ventana, desde donde atisbo un paisaje de tejados rojizos y cielo blanco. A contraluz, mi taza de café parece más real. 

He traído conmigo un libro que compré, infiel a mí mismo, apenas había llegado a la librería. Esta tarde me sentía separado del mundo, pero algo me ha hecho volver. Y he recordado un libro, que había sido deseado y olvidado hace unos doce años, cuando anoté su título, La flor azul, en un cuaderno. Ahora ya no será fácil rescatarlo, lo sé, y me pregunto por qué me está llamando. Es extraño: ¿debí leerlo en el pasado o debo hacerlo en el futuro? Quizá la respuesta esté en estos versos que he leído esta tarde, mientras la ventana se iba oscureciendo:

Pero esta noche sentados en las sillas de lona del jardín
hasta las tantas de la noche…
¿por qué mirar hacia atrás o hacia delante?
Por qué estaríamos obligados a recordar:
ese saber lo llevamos en la sangre.
La brevedad de los días, la oscuridad, el frío del invierno.
Lo llevamos en la sangre y en los huesos: es nuestra historia.
Hace falta genio para olvidar esas cosas

Un pajarito de plumas negras y cuello granate se ha posado en la barandilla del balcón frente a mi ventana. Parece una nimiedad, pero sin embargo, es bonito. Está piando sin parar, como si estuviera hablando con alguien, de forma muy enérgica y con palabras cortas. No entiendo lo que dice. Ahora se rasca el cuello con el pico, mira a un lado y a otro, se da un impulso y se aleja. Los libros recorren extraños senderos, se hacen invisibles como árboles en laderas sombrías, absorben la lluvia destinada a nosotros y, como las gotas en sus hojas, guardan nuestros recuerdos del futuro.

El fragmento pertenece al poema Solsticio (Solstice)
del libro Las siete edades, de Louise Glück

3 comentarios:

  1. Cuando un libro me enamora, lo compro y empiezo a leerlo en el metro, no puedo esperar ....
    Algunos solo me han llamado la atención, esos los dejo en la estantería, pendientes ....
    El resultado es variado, algunos no me gustaron tanto como pensé, pero otros .... cuando llegaron al final me quedé como si hubiese muerto en una vida paralela ....

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  2. ¿Qué puedo decirte que ya no sepas?... pero yo no retraso la compra, retraso únicamente la lectura, porque si no veo un montón de libros esperándome en la mesita, me pongo nerviosa, así que pocas cosas se me pasan a sabiendas (lo tuyo es peor... a mi la flor se me escapó por desconocimiento, a ti por descuido... ¡si yo hubiese sabido que era sobre Novalis!).
    Juana, ¡qué bien lo describes!... yo llego siento el final de algunos libros como si los viese agonizar... entonces me detengo y espero un buen momento para despedirlos como se merecen.
    Por eso jamás leo en el autobús... bueno, por eso, y porque pierdo el mundo de vista y acabaría siempre en el final de trayecto...

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  3. Es bonito eso de las vidas paralelas. Como mañana es el día del libro, seguro que os llegan novelas por caminos desconocidos. Los libros no elegidos, ese es otro tema. Que tengáis suerte!

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