sábado, 24 de septiembre de 2011

No alcanzan las palabras

El puente (E.A. 2011)


Las palabras son importantes, pero escurridizas, y a veces se devalúan o las abaratamos por descuido. Pero ellas saben que en cualquier momento las necesitaremos. Nos harán falta. Las necesitaremos tanto como el agua para vivir. Son esos momentos de la vida que ponen a prueba el sentido de las palabras. Cuando elegir una parece que nos compromete. Sentimos entonces todo el peso de las palabras, y recordamos con extrañeza su antigua levedad.

Creo que esos momentos están relacionados con la verdad, y jamás con la mentira. Enfrentados a algo en lo que intuimos una verdad (un rostro humano que sufre, alguien que se ha perdido, alguien que ama sin conocer el amor), buscamos palabras limpias como si invocáramos a los espíritus del tiempo en que las aprendimos. ¡Cuánto deseamos entonces que esas palabras elegidas tan cuidadosamente lleguen al otro con la pureza de lo que se escucha por primera vez! El cuerpo siempre es puro; ante él, las palabras parecen harapos.

Si pensamos en las cosas mejores que nos han pasado ¿qué hay? ¿una palabra dicha o escuchada? ¿un discurso, una lección, un poema? Una mirada, una caricia, un color extendido en el aire, un horizonte, un puente frágil entre la maleza… La palabra es una luz tenue, que se debilita aún más cuando más brilla la vida. Sí, las palabras son frágiles, pero sirven para devolvernos la vida que vamos gastando.

***

Nunca alcanzan las palabras. Eso es lo que dice todo el rato el narrador de Gilead, la novela con la que Marilynne Robinson ganó el Premio Pulitzer en 2005. Esta novela es la carta que un pastor metodista de un pueblo de Iowa le escribe a su hijo de siete años con la intención de que la lea cuando él haya muerto. Cuando escribe tiene más de setenta años, le queda poco tiempo de vida y sabe que ya no tendrá la oportunidad de que su hijo conozca cómo fue su vida. Por eso decide contarle el puñado de cosas que ha aprendido. 

Es un hombre acostumbrado a tratar con las palabras: en el desván acumula cientos de cuadernos con todos los sermones que ha pronunciado a lo largo de su vida de pastor. Conoce bien el poder que tienen ("mide tus palabras", es el primer consejo que le da a su hijo), lo mismo que su quebradiza superficie. A menudo termina sus relatos con un 'no tengo palabras' o 'es un buen asunto para reflexionar'. No me alcanzan las palabras, repite una y otra vez, pese a lo cual sigue adelante con su testimonio, que es una hermosa huella del paso de un hombre bueno por la tierra, una declaración de agradecimiento a la vida a la vez que de asombro ante el misterio de la existencia.

"Oíd bien y no entendáis, ved por cierto mas no comprendáis, como dice el Señor. No puedo afirmar que entienda este dicho, por más veces que lo haya escuchado e incluso predicado sobre él. Sencillamente, establece un hecho misterioso y profundo. Uno puede conocer algo a fondo y, sin embargo, ser a todos los efectos completamente ignorante de ello. Cabe que un hombre conozca a su padre, o a su hijo, y a pesar de ello no exista entre los dos más que lealtad y amor y mutua incomprensión"

4 comentarios:

  1. "Sí, las palabras son frágiles, pero sirven para devolvernos la vida que vamos gastando."
    Ya sabes lo que opino: el poder de las palabras depende de los labios que las pronuncien.

    Y no creo que sean tan frágiles como supones, no solo nos devuelven la vida vivida, también son, a veces, las únicas armas con las que nos enfrentamos a lo desconocido. Tampoco ese puente lo es. Solo lo parece. En realidad, si te fijas, está hecho para soportar las tormentas.

    Precioso el post. Yo ando conmocionada todavía con la lectura de Maxwell y sin saber de qué voy a ponerme a escribir dentro de un par de horas... tentada estoy de hacer copy/paste y plagiarte vilmente :-)

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  2. Estoy de acuerdo con Francesca, el poder de las palabras depende de los labios que las pronuncien, incluso de las manos que las escriban .... y hay labios poderosos y hay manos poderosas, tanto .... que a veces da miedo ....

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  3. "La palabra es una luz tenue, que se debilita aún más cuando más brilla la vida."

    Precioso! Dejemos que la Vida brille, ya nos ocuparemos luego de las palabras...

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  4. Hola, amigas. Perdón por haberos dejado aquí junto al árbol un poco desatendidas. He empezado las clases esta semana y me parece que he gastado un montón de mi reserva de palabras. Me gusta lo que dice Isabel: dejemos que la vida brille. Las palabras vienen luego, con ese poder del que habla Francesca para devolvernos lo que hemos vivido. Escribir es vivir dos veces. Se lo digo a mis alumnos, pero no sé si lo saben. También me gusta lo que dice Juana, como siempre: las palabras son como las manos, los labios... Gracias por las vuestras.

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