domingo, 2 de diciembre de 2012

Una ventana cubierta de hielo

Ventana en el hielo (E.A. / 2012)


Susanna Ivánovna es Una desdichada de Iván Turguénev. El narrador la describe así la primera vez que la ve:
“El rostro de la muchacha, hermoso, pero ya descolorido, portaba las huellas de la melancolía, la dignidad y una salud precaria. La muchacha, una criatura indudablemente aristocrática, dejaba traslucir en todos sus actos una angustia dolorosa. Tenía cabellos negros, muy espesos, sin ningún brillo, ojos también negros, hundidos y apagados, pero hermosos, una frente baja y abombada, nariz aquilina, piel tersa, de una palidez verdosa, una suerte de pliegue trágico en las comisuras de los finos labios y en las mejillas ligeramente hundidas, un aura de resolución y al mismo tiempo de impotencia en los gestos, una elegancia desprovista de gracia. Cuando entró en la habitación, me levanté de la silla. Ella me dirigió una mirada rápida y displicente, entornó sus negras pestañas y se sentó al pie de la ventana…”
El narrador, que la conoció cuando era un estudiante de 18 años recién llegado a Moscú en el invierno de 1835, cuenta la historia de la desdicha de Susanna Ivánovna. Se encontró con ella en apenas tres o cuatro ocasiones, no se puede decir que les uniera una gran amistad ni que él llegara a convertirse en su confidente, pero tuvo la oportunidad de leer el diario íntimo de la joven. Además, él se enamora de ella y yo diría que cuenta su historia para intentar descubrir lo que pasó, sin duda uno de esos momentos en los que la vida parece que quiere revelarnos su secreto. Y estoy seguro de que no es la primera vez que, al calor de la chimenea, cuenta esta historia de su juventud para encontrar al final, siempre, la misma incertidumbre: “los misterios de la vida humana son grandes, y el amor es el más inescrutable de todos…”.

Si no fuera así no existirían los cuentos, no los necesitaríamos. Sin embargo, ¿cuánto nos gustaría hallar la fuente de la desesperación, aunque la respuesta fuera una verdad amarga?

¿Cómo se puede amar a alguien y equivocarse tanto? Esa es la pregunta que le lleva al narrador a contar su historia. ¿Ni siquiera el amor nos abre una ventana hacia la luz, aunque esta sea tan débil como la de una vela en un invierno moscovita? Quizá sí lo haga, pero eso no significa que lo que hay detrás sea la felicidad. Hacia la mitad del cuento, una tarde con un tiempo de perros, el narrador recibe en su casa la visita inesperada de Susanna, que entra envuelta en una ligera capa de verano y un chal amarillo, cubiertos de nieve. Con voz débil y entrecortada, entre suspiros, apenas acierta a pronunciar unas frases tan inconexas como llenas de malos presagios. No se sienta. Permanece de pie, apoyada en la pared, frente a un ventana contra cuyos cristales chocan compactos copos de nieve. “Se mordió el labio inferior e, inclinándose ligeramente, se puso a rascar con la uña las volutas de escarcha que cubrían el cristal”.

Un ráfaga de viento golpea la ventana y una corriente fría recorre la habitación. Y entonces, escribe él, ella se aprieta contra el cristal helado “como si quisiera hacer un nido en el hueco de la ventana”.

Años después eso es lo que recordará el narrador con más nitidez. Esa ventana oscura y fría sobre la que se desparramaban los cabellos de Susanna. Cuando piensa en ella y en los misterios del amor, vuelve a ver aquella ventana cubierta de hielo.
          
***

Cuando yo leo a Turguénev siempre me acuerdo de un verano de juventud y novelas rusas, con una ventana abierta al Río Segura y a un amor que nacía entonces y que cuanto más largo es más se llena de misterios.
Turguénev escribió La desdichada, que Flaubert consideraba una obra maestra, en 1869, cuando tenía 50 años y ya había publicado sus mejores novelas, entre ellas En vísperas y Padres e hijos, mis preferidas.

4 comentarios:

  1. Susanna, la desdichada, retrato de la vida de una mujer en una sociedad materialista, autoritaria, triste, donde no hay lugar para el amor y todo es decepción, de mujer sometida de todas las formas posibles a la decisión de los hombres que la tutelan. Una mujer que no puede decidir nada en su vida, ni siquiera su final.
    Precioso tu blog.
    un saludo...

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    1. Bienvenida a este rincón, Gloria, me alegro mucho de verte por aquí.

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  2. Leí algo de Turguénev (poco) hace años y no recuerdo que me gustase especialmente, pero quizás fue porque en aquella época yo idolatraba a otros escritores rusos y me pareció que él no estaba a su altura ¿crees que lo está? ¿merece la pena que lo revisite? Tu entrada me ha hecho buscar algo suyo y he leído este cuento (http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/rus/turgue/suenyo.htm). Sigue sin parecerme excelso, pero si le gustaba a Flaubert... ¿qué hago? ¿busco La desdichada en la biblioteca más próxima? ¿lo olvido?...

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    1. Yo también leí hace muchos años a Turguénev y sí me gustó mucho, aunque a cualquiera que compares con Tolstoi puede salir malparado. No sé si sus novelas son excelsas, pero La desdichada sí lo es. Si está en la biblioteca de Mr. Singer no deberías dudarlo.

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