sábado, 1 de junio de 2013

Fantasmas del amor

Tiempo pasado (E.A. / 2013)

Los fantasmas pueden aparecer como sombras de una traición y el horror que despiertan es mayor cuanto más delicado es el vínculo de lealtad de cuya ruptura surgen. Es como dar un mal paso sobre una capa de hielo. Un descuido abre una fisura y de ella brotan arterias que se expanden en todas direcciones. Toman caminos imprevisibles y si no les prestas atención una de ellas se vuelve contra ti y te arrastran a un lugar fantasmal habitado por sombras que no proyectan sombra. Un buen día despiertas y ahí tienes a tu fantasma reclamando la vida que le negaste. Cuando los fantasmas nacen del amor nos atan a un instante del pasado y, reclamando su promesa de eternidad, nos alejan de la vida. 

El fantasma de Jack Pansay es la criatura de un amor loco, desesperado y desigual. Su historia la escribió él mismo, pensando que quizá ponerle palabras a su pesadilla lo ayudaría a apaciguar su mente. De su testimonio surgió el cuento de Kipling ‘El rickshaw fantasma’, donde el narrador deja a elección del lector si el pobre Pansay fue, a la postre, víctima de un simple agotamiento mental por exceso de trabajo o del tormento causado por seres del mundo de las sombras. Él sabe que su historia es descabellada e increíble, pues nos anima a aceptar que hay seres invisibles que pueden influir en nuestras vidas e incluso que tienen la capacidad de arrastrarnos con ellos a un lugar de tinieblas donde los remordimientos por el dolor causado nos infectan el alma. 

Lo que más desasosiego produce en este cuento es el tono resignado y compungido con el que Pansay relata el acoso que sufre por parte del espectro de quien, en el pasado, fue la mujer que llenó su vida. Cuando conoce a la señora Agnes Keith-Wessington y se enamoran, él sabe que el amor de ella es mucho más puro. La imagen congelada de su deseo vuelve convertida en pesadilla, y él sabe que el poder que tiene sobre él se alimentó tanto de la fuerza de su amor como de la impiedad de su desamor. “Un solo paso media entre lo horrible y lo corriente”, escribe Pansay, que no se da cuenta en qué momento él lo dio. Intenta comprender lo ocurrido demasiado tarde: está ya en el otro lado, donde él y su fantasma son las únicas realidades de un mundo de sombras. ¿Hace bien Pansay alimentando un amor que sabe pasajero? ¿Tenía derecho a hacerle creer a ella que su amor era una culminación? ¿Creyó que podía salir indemne de esa relación sin aceptar su parte de culpa en la destrucción del amor? El fantasma aparecerá para obligarle a plantearse esas preguntas y asumir la carga que le corresponde de un amor arruinado. 

“Anhelaba estar entre las realidades de la vida, al tiempo que sentía una vaga infelicidad cuando pasaba demasiado tiempo separado de mi fantasmal acompañante. De día paseaba con al señora Wessington, casi satisfecho. De noche, imploraba a los cielos que me permitieran volver al mundo tal y como lo había conocido antes. Y por encima de tan variables estados de ánimo, destacaba un sentimiento de sorpresa apagado y entumecedor por el hecho de que lo visible y lo invisible pudieran mezclarse de un modo tan extraño en este mundo y asediar a una pobre alma hasta la tumba”.

Yo no sé si el rickshaw que atormentó a Pansay fue un delirio de una mente agotada o un ser de otro mundo. Quizá las dos cosas. Lo que sí creo es que, como dice Pensay, un solo paso separa lo corriente de lo horrible, y que lo que nos sujeta a este lado de la vida es tan frágil como una capa de hielo sobre un lago. El amor nos ata a la vida, pero es tan extraño que lo mismo nos hace caminar por esa fina capa de hielo hacia la eternidad como nos extravía por rincones del pasado donde hay sombras que ya no proyectan sombras, como el rickshaw de la señora Wessington. 

*** 

Rudyard Kipling (Philip Burne-Jones / 1899)

Rudyard Kipling (1865-1936) publicó ‘El rickshaw fantasma’ en 1888 en un volumen de cuentos que también incluía ‘El hombre que pudo ser rey’, la historia que fue llevada al cine por John Huston. Pasó buena parte de su juventud en Lahore (Pakistán), donde trabajó como periodista en un periódico local. Allí publicó sus primeros cuentos. A los 26 años se casó con Carrie Balestier en Londres. Entre 1892 y 1896 vivieron en Estados Unidos. Cuando volvió a Inglaterra ya había escrito algunas de las novelas que le dieron fama, entre ellas ‘El libro de la selva’. Vio morir a dos de sus tres hijos: su hija primogénita por una pulmonía, su único hijo varón en las trincheras de la Primera Guerra Mundial. Su defensa del patriotismo, del honor del soldado británico y del imperialismo le llevó a ser considerado como el máximo exponente del pensamiento reaccionario. Fue famoso y popular, pero denostado por los intelectuales de izquierda. Obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1907. Recientemente se encontraron en Nueva York cincuenta poemas inéditos de Kipling, entre ellos uno muy divertido dedicado a la prensa y otro, muy amargo, dedicado a la muerte de su hijo en 1915, en una de las primeras batallas de la Gran Guerra: 

Tres veces herido; tres veces gaseado
Tres veces naúfrago, finalmente lo perdí.
Fue un alma de Dios hasta que enloqueció
Pero ya no importa, ya está bajo la tierra.
Si alguien le pregunta porqué murieron
Dile que fue porque sus padres mintieron. 

La editorial Acantilado publicó hace poco una antología de sus ‘Relatos’, que en palabras de José María Guelbenzu es “una auténtica joya, un regalo, un golpe de felicidad”. También Sexto Piso recopiló sus relatos en un volumen que publicitó como una oportunidad para “desmontar los estereotipos de escritor imperialista, misógino y disneyizado que encorsetan a Kipling”. Yo he leído la recopilación, más modesta y económica, que lanzó Alianza con el título ‘El hombre que pudo ser rey y otros relatos’, con traducción de Lorenzo F. Díaz.

3 comentarios:

  1. "Mi respuesta habría hecho respingar incluso a un hombre. Cortó a la mujer moribunda que ante mí tenía como el golpe de un látigo."

    Que malvados somos cuando no nos interesa perder el tiempo en lo que antes lo llenaba todo. Hacemos y deshacemos en los corazones de los demás y vamos dejando historias a medias que, tarde o temprano, vienen a reclamar su final.
    Unos conscientes, hacen daño por placer, por diversión y hasta por amor (que ya sabemos que es eterno mientras dura); y otros, inconscientes, hacen daño sin saber... pero arrasan igualmente.
    Y es que el amor no es siempre el mismo pues no son los mismos ojos los que miran.
    ainsss me ha encantado!!!!!!

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    1. Hola, Gloria. Es verdad, eso que dices está en el cuento. Cuando los astros se desajustan, los daños colaterales son terribles. Solo queda confiar en que el amor sea eterno y que dure siempre.

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  2. El final lo dice todo. Pansay confiesa su crimen. Él mató, literalmente, a Agnes. Es su consciencia la que no lo deja en paz y el hombre enloquece y en consecuencia su salud se deteriora hasta morir.

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