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Edmund Charles Tarbel / In the Orchard / 1891 |
1. La casa lúgubre. Charles Dickens. Empecé el
año con esta novela, que era la preferida de Scott Fitzgerald de entre todas
las del autor. También se ha convertido en mi preferida. A muchos les resulta
inverosímil el personaje de Esther Summerson, la protagonista. Es curioso cómo
hoy se acepta el Mal (véase cualquier serie de televisión de éxito) y, sin
embargo, se percibe como increíble el Bien. Lo bueno de Dickens, y por eso es
único, es que aquí está todo: el horror, el amor y, como siempre, el humor.
2. El jardín de los Finzi-Contini. Giorgio Bassani. Y este es el libro que me acompaña estos últimos días del año. He dejado
a Micòl y Alberto conversando en su estudio, preparando sus tesis, a caballo
entre Ferrara y Venecia, en los mejores años de su juventud, mientras Mussolini
y Hitler sellaban el pacto de Munich… “¡Oh, el invierno de 1938-39! Recuerdo
aquellos largos meses inmóviles, como suspendidos por encima del tiempo y la
desesperación”.
Entre uno y otro, ha habido otros muchos, entre los
que destaco los siguientes:
3. El fragor del día. Elizabeth Bowen. Una historia
de amor como son siempre las de Elizabeth Bowen, frágiles, siempre al borde de
la ruptura, como si el amor llegara a destiempo, aquí en el Londres bombardeado
de la II Guerra Mundial.
4. Fiebre romana. Edith Wharton. Un relato
sorprende hasta el final. Una historia sobre la amistad, el amor, los celos y
el paso del tiempo bajo el hechizo de un atardecer en Roma.
5. Escribir. Robert Louis Stevenson. Además de
cuentista, escritor de novelas de aventuras y de libros de viajes, Stevenson
fue muy buen crítico. Este libro recoge muchas de sus reseñas, prólogos y
textos en los que reflexiona sobre el arte de ficción y la elaboración de sus
propias obras. Este libro de tapas amarillas está tan bien editado y está tan
lleno de buenas ideas y sugerencias literarias que se ha pasado el año
deambulando por la casa, siempre a mano.
6. Huye rápido, vete lejos. Fred Vargas. No suelo leer novela negra, pero Fred Vargas es diferente. Este libro de
asesinatos es con el que más me he reído este año. A carcajada limpia con su
disparatado comisario Adamsberg. Imaginativo, divertido, extraño y muy bien
escrito.
7. Ida Elisabeth. Ingrid Undset. Una novela
maravillosa por la maestría de sus descripciones, tanto de la naturaleza como
de la psicología de los personajes. En ellas se sostiene Undset para contar la
evolución del carácter de su protagonista a lo largo del tiempo. Nunca he visto
mejor escrito ese paso del tiempo en la transformación de las emociones para
captar el aprendizaje de la experiencia.
8. El alcalde de Casterbridge. Thomas Hardy. Aquí tenemos otra vez a un puñado de seres pequeños enfrentados al
destino, empeñados en arremeter contra los fantasmas creados por el carácter,
que les hace elegir siempre el camino para el que están menos preparados.
9. El rector de Justin. Louis Auchincloss. Una novela intelectual y reflexiva, de la forma que saben hacerlo los
americanos, con buenos diálogos, escenas capaces de atrapar la esencia de los
personajes, etc. De lo mejor.
10. El cielo de Lima. Juan Gómez Bárcena. Una novela
muy reciente que me recomendó una alumna, Tania, que vino a contarme que había
conocido al autor. Se lo acepté por cortesía y en un rato libre en el despacho
lo abrí para ver cómo empezaba. Y ya no pude dejarlo. Un libro escrito al
margen de las modas, con una prosa rica, imaginación verbal, humor y amor por
los personajes, una historia interesante con escenas llenas de vida.
11. Picnic en Hanging Rock. Joan Lindsay. Solo recordar la lectura de esta novela me pone los pelos de punta,
como un verano de esos ardientes que trae malos prentimientos. Todo puede
resultar hermoso y, a la misma vez, aterrador.
12. La señorita Dashwood. Elizabeth Taylor. La mansión Cropthorne Manor es el escenario de
una historia muy triste, melancólica, casi deprimente. Se cuenta en ella el doloroso
despertar al amor de una joven inocente, Cassandra Dashwood, rodeada de
personajes que han sufrido mucho en la vida.
13. Los paseos de circunvalación. Patrick Modiano. Había que intentarlo otra vez. De Modiano queda la atmósfera, los cafés
llenos de humo, calles que se pierden en la niebla, seres recortados en el
aire… Para mí, lo mejor de Modiano es que siempre me hace ir corriendo en busca
de Boris Vian.
Je veux une vie en forme d’arête
Quiero una vida en forma de espina
En un plato azul
Quiero una vida en forma de cosa
En el fondo de un cacharro solo
Quiero una vida en forma de arena en las manos
En forma de pan verde o de jarra
En forma de chancleta blanda
En forma de cantinela
De deshollinador o de lila
De tierra llena de piedras
De peluquero salvaje o de edredón loco
Quiero una vida en forma de ti
Y la tengo, pero no me basta aún
No estoy nunca contento.
Feliz Navidad
¡Feliz Navidad caballero!
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