miércoles, 20 de octubre de 2010

Él la llamó su flor


Wildwood flower

Anoche vi En la cuerda floja, la película que narra parte de la vida y la carrera artística del cantante americano Johnny Cash. Es un intento honesto de aproximarse a la personalidad del cantante, la fotografía está muy cuidada y el ritmo narrativo no decae nunca. Sin embargo, no me pareció una gran película porque no consigue captar la complejidad humana del personaje ni la grandeza de su música.

Sí hay una parte de la historia que me gustó muchísimo. Hacia la mitad de la película, Cash ha conseguido ya cierto éxito, pero tanto él como la otra gran protagonista, June Carter, atraviesan un momento vital desastroso: él, separado de su mujer y alejado de sus hijas, y en pleno proceso autodestructivo de drogas y alcohol; ella, divorciada ya un par de veces y repudiada por su familia por su inestabilidad sentimental. Ambos ruedan de ciudad en ciudad en exitosas giras musicales, pero sin ningún horizonte de sentido en su desarrollo personal. Entonces llega una de esas escenas que sí atrapan algo de la complejidad de esta extraña vida. Abandonan la oscuridad de un destartalado camerino, donde él acaba de estrellar una botella de cerveza contra el espejo, y aparecen en el escenario: fuertes, llenos de vida. Y ella, con un vestido floreado, la piel transparente, media sonrisa y la mirada clara, canta una canción dulce que habla de jóvenes promesas de amor, de adioses sin palabras, de las dudas del corazón y de flores silvestres que endulzan las horas tristes.

“Él me enseñó a amarle y me llamó su flor
que florecía para alegrarle
la vida en sus horas tristes”.  

Todo se desmorona, pero él la llamó su flor.

2 comentarios:

  1. Las horas tristes no las endulza ninguna flor, son amargas y así deben ser, para que luego, cuando lleguen las horas alegres notemos el sabor de la miel en los labios.

    Vivimos en una sociedad que nos dice que la vida es todo dar brincos por el campo con la cabellera al viento y, cuando no lo es, nos anestesia para que no sepamos que este oficio de vivir, a veces, es doloroso. Eso no es bueno. Del llanto, como de la risa, hay que aprender que, como la vida, no son eternos… y que a veces, con suerte, vienen tiempos mejores.

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  2. Hola, Francesca, eso que dices suena bien, es muy racional, uno lo lee y no puede dejar de estar de acuerdo. Luego, sospecha que hay algo engañoso en esa fría serenidad. Quizá no sea tan fácil separar lo dulce de lo amargo. Y es entonces cuando esos ojos azules de la chica que canta tocando el arpa sirven para inventar "la alegria en la casa del duelo".

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