lunes, 11 de octubre de 2010

La ficción existe para que podamos oír la música del mundo



Anoche vi La Rosa Púrpura de El Cairo. La había visto en el cine cuando se estrenó, hace más de veinte años, cuando yo tenía veinte años. Anoche la puse en casa con miedo a que no me gustara tanto como entonces, incluso a que no me gustara nada (que es lo que me pasa con las últimas películas de Woody Allen). Pero que no me gustara podía en realidad significar que, con el paso del tiempo, yo hubiera perdido la capacidad de entrar en la película y olvidarme del mundo. ¿Seguiría teniendo esta película el poder de consolarme de las imperfecciones de la vida? Eso era lo que de verdad me asustaba, porque significaría que yo habría perdido algo valioso en estos veinte años, algo que quizá no averiguara pero que seguro que se trataría de una parte importante de la juventud.

Otra de las razones por las que elegí La Rosa Púrpura era que la viera mi hija de 13 años. No le adelanté nada del argumento. Como siempre, su única preocupación es si la película es antigua (entendiendo por antigüedad cualquier cosa que se haya hecho antes de la década de los 90). Por supuesto, las películas de los 80 son para ella lo que para mí era el 'cine cómico'. Cuando vio que la película era en un color no demasiado desvaído, respiró aliviada y dejó de quejarse.

El experimento resultó interesante . Cuando el personaje del explorador se queda mirando a la chica triste y sale de la pantalla a su encuentro en el patio de butacas, mi hija preguntó con un hilo de voz: "¿Qué está pasando? ¿Se lo está imaginando, no?". También le sobresaltó la aparición del actor que interpreta al personaje y cómo los dos se disputan el amor de la chica. Y al final de la película su única preocupación se centraba en el lado de acá, en el lado de lo real (los niños siempre tan prácticos), si había habido engaño. Y, como balance final, la película le gustó, aunque "es demasiado irreal, es imposible que eso pueda pasar... Crepúsculo es irreal pero no tanto", y, sobre todo, a pesar de la tristeza y la ausencia de final feliz.

Pero, claro, ella es demasiado joven para ver que no hay tal tristeza, o quizá sí, pero en todo caso ella todavía no sabe que esa felicidad triste es la única a la que se puede aspirar a este lado del paraíso.
En cuanto a mis temores: felizmente se disiparon. La historia me conmovió tanto como entonces. Además, la veo como una especie de poética de la ficción tal y como yo la entiendo. La ficción como evasión de la realidad: pero no como distracción, sino evasión hacia un mundo paralelo, tan real como el real, que nos descubre verdades sobre nosotros y sobre la vida, y que parecen invisibles en nuestros mundos cotidianos. Y también la ficción como lugar seguro: la rememoración de los días mejores. Para la chica de la película la ficción es una esperanza. Una esperanza de olvido, pero también de comprensión y de descubrimiento de posibles caminos de dicha. Una promesa de que no todo está perdido.

Cuando uno ve a Fred Astaire bailando, como en la película, o a Gene Kelly cantando bajo la lluvia no puede dejar de sentir que hay belleza en el mundo, que a pesar de todo, la vida merece ser cantada. Lo que ocurre es que está poética de la ficción está pasada de moda. Por eso Allen tuvo que remontarse a los años 30. No porque entonces el mundo estuviera en crisis y eso ayudara a explicar la desesperación de la protagonista, sino porque en esos años la ficción cinematográfica compartió es poética: la ficción como búsqueda de sentido. Fundidos en negro o violines en el momento del beso. Es decir, las películas no son la vida real. Eso lo sabían muy bien los clásicos y lo han olvidado los posmodernos. Andrés Ibáñez lo explica muy bien: mientras el manifiesto posmoderno Dogma 95 establece que "el sonido no puede ser producido de forma separada de las imágenes", en el cine clásico la música es "la música del mundo que suena todo el rato aunque no podamos oírla".

Esta es la poética que sigue este blog y que guía mis lecturas: la ficción existe para ayudarnos a escuchar la música del mundo.

6 comentarios:

  1. Hola Enrique, me encanta el post... aunque poco tengo que aportar, pero es que este blog tiene tan buena pinta, que quiero pasar a la historia como su primera comentarista y su primera seguidora.

    Bueno sí, algo diré: a veces es en la ficción donde nos mostramos (y nos vemos) más auténticos; cuando me transporto a un lugar inventado por otro y me siento feliz, me pregunto los motivos... y suelo encontrarme con viejas historias que no fueron y allí son posibles, o con heridas que allí no sangran... y me acurruco a disfrutar de esos momentos de lectura, para que, de alguna forma, mientras leo, esa otra vida donde todo salió como yo soñaba, sea cierta y tan real como esta otra que mide el calendario.

    Ha empezado a llover y creo que voy a leer un rato, ahora que ya he hecho historia comentando en el que estoy segura será uno de los mejores blogs de literatura de la blogosfera.

    ¡Suerte en la aventura!

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  2. Hay algunos locos que dicen que la vida de los libros es tan real como la otra. Yo nunca me he atrevido a llegar tan lejos, aunque he estado a punto. En todo caso, es una parte tan invisible como verdadera. Uno escribe y leer con la mejor parte de sí mismo.

    Francesca, gracias por asomarte, por entrar sin llamar y por instalarte. Ponte cómoda, que llueve. Y gracias por tus buenos augurios, aunque sean producto puramente de tu imaginación. Aunque no se cumplan, al menos algo sí ya es real: es el blog con la mejor primera seguidora y la mejor primera comentadora.

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  3. Con Woody Allen pasan, felizmente, estas cosas. ¿Recuerdas aquél musical que hizo titulado "Everybody says I love You". Rodó aquella película cuando estaba en pleno divorcio de Mia Farrow (recuerda que esta lo llegó a acusar de haber abusado de uno de sus hijos adoptados). Cuando se estrenó la pelicula en españa leí una entrevista en la que con una sinceridad de agradecer decía que lo estaba pasando tan mal en su vida privada que deseaba continuamente, en los peores momentos, que todas las personas que lo rodeaban empezasen a bailar y a cantar. Aquello lo llevo a hacer el musical. Por pura necesidad. Eso es arte. Por eso estoy de acuerdo con eso que dices de que no te gustan los libros en los el escritor se para a ver que se le ocurre. Cuando leí aquella entrevista de Allen me sentí muy identificado tanto como solo me pasa con Tolstoi, Stiron, Amos Oz o Vargas llosa. Yo también he querido, en los malos momentos, que quien me está dando esas terribles noticias empiece a cantar y bailar. Tu lo has dicho, ficción para escapar de la realidad. Crear un mundo paralelo. Un refugio, una casa debajo de la almohada.
    un abrazo
    gracias

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  4. Bienvenido a este lugar seguro (además, desde tan lejos). Ojalá vengas mucho por aquí, sería un lujo. El sábado publicaba El País un artículo de Juan Gabriel Vásquez sobre las similitudes entre Camus y Vargas Llosa sobre la forma de entender la literatura. Supongo que lo leerías. Hablaba precisamente de eso que comentas, y rescata esta frase del escritor peruano: "toda buena literatura es un cuestionamiento radical del mundo en que vivimos", como la de tu amado Tolstoi, y también que la literatura "es un refugio para aquel al que sobra o falta algo, en la vida, para no ser infeliz, para no sentirse incompleto". Yo creo que es a la vez un acto de afirmación o aceptación de la realidad y un acto de rebelión contra la realidad. Aunque suene contradictorio.

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  5. Como yo como de todo el otro día leía una entrevista con Bryan Ferry (el de Roxi Music) y decía que siempre se había sentido fuera de lugar, que nunca había encajado donde se suponía que debía hacerlo. Utiliza su arte para intentar hacer las paces con ese mundo hostil, quería acoplarse, integrarse. Y hablo de música.
    Lo mismo con el buen escritor, cuestiona la realidad pero para intentar entenderla y de esa forma entenderse a si mismo, por que la persona es siempre en función de los demás. Tolstoi pasa toda su vida intentando comprender la relación de pareja. No le entra en la cabeza como es posible que amando tan profundamente a su mujer y siendo tan amado por ella para el día discutiendo con ella, no entiende por que es imposible la completa complicidad con su mujer...Todo eso lo llevsa a escribir obras tan impresionantes con Ana Karenina y Sonata a Kreutze. Lo que produce escalofríos es pensar que con todo ese esfuerzo que el viejo Tolstoi hizo por entender lo más importante para su vida al final no lo consiguió y necesitó la religión (en sus diversas formas) para apagar la ansiedad que lo devoraba por dentro.
    Me encantaría poder entrar en su tumba y decirle que sus libros, sus esfuerzos, no fueron en vano. Decirle que a mi me ayudan a entender muchas cosas, no del todo, pero, al menos,me sirven de guia para subir escalones a los que yo, con una mente mucho menos inteligente que la suya, nunca hubiera llegado solo.
    un abrazo
    Aprovecho para felicitar a Francesca por su blog

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  6. Gracias, Corto (¡qué bonito que le guste mi blog a alguien que tiene una preciosa casa debajo de la almohada! ;-D). Nos leemos.

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