sábado, 22 de enero de 2011

La amistad, la oscuridad, ¡las palabras!


Llama en la oscuridad (E.A. 2011)


Están a oscuras y apenas se conocen, pero ella enciende una cerilla y él le muestra su rostro. Después ella se acerca la llama y en el instante que dura el resplandor él la ve a ella. Vuelve la oscuridad y entonces se tocan con las palabras. En la oscuridad se mezclan los pensamientos, las palabras imaginadas, susurradas, oídas a medias. 
Esta hermosa descripción de la amistad la he encontrado al principio de La vida entera, la última novela de David Grossman.
Son dos seres que se han quedado aislados y están solos. Me gusta porque siento que todos estamos así. Todo lo que vivimos lo llevamos dentro a solas, y en soledad nos contamos a nosotros mismos, una y otra vez, las cosas que pasaron. A veces encontramos a alguien en la oscuridad y las palabras van tejiendo lentamente la amistad, el amor.
Avanzar en la oscuridad es difícil, una leve inflexión de voz puede deshacer el frágil secreto tejido entre dos. Se necesita tiempo, paciencia y, por encima de todo, la aceptación de que se camina a oscuras. Por eso, la edad de la amistad es la juventud, cuando el mundo es tan nuevo que apenas se ve y las horas pasan despacio. Sólo cuando eres joven y has encontrado a alguien se puede decir: “Puede que nos conozcamos del futuro”.
Y sin apenas darse uno cuenta se pronuncia una palabra que abre paso a la verdad, algo muy íntimo que nos empuja a territorios todavía más oscuros. Sin embargo, una fuerza que no creíamos que habitaba dentro de nosotros nos sostiene en pie, como si el fulgor de una cerilla rasgara la oscuridad para mostrarnos, solo un segundo, que todo está bien. No es mucho, quizá todo ha sido soñado, pero muchos años después recordamos cómo ardía la piel.
“Me inspiras, le solía decir Ada en ocasiones con esa seriedad infantil y formal tan propia de ella. Y Ora se reía: ¿yo?, ¿qué yo te inspiro? ¡Pero si soy un oso con cerebro de mosquito! Ada tenía entonces trece años, recordaba Ora, estaba solo a un año de su muerte, y ahora daba miedo pensar que no se le ocurriera que eso pudiera ser así y que estuviera en el mundo haciéndolo todo con naturalidad, sin sospechar nada, pero a pesar de ello, en lo más profundo de su ser fue como si durante aquel año hubiera madurado mucho y se hubiera vuelto todavía más taciturna; después había tomado la mano de Ora y se la había estrechado en señal de agradecimiento, sí tú, has sido tú que pareces estar ahí tan tranquila pero que de repente lanzas una única palabra, o haces una pequeña pregunta, como si nada, y ¡pum!, la cabeza se me reorganiza y sé exactamente lo que quería decir, ay, Ora, ¡qué haría yo sin ti!, ¿Cómo podría vivir sin ti?”



Fragmento de La vida entera

4 comentarios:

  1. Bonita reflexión... Eterna juventud...

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  2. No sé si te está pasando como a mí, pero yo me deslizo por las páginas de esta novela plenamente consciente de que estoy leyendo una de esas historias que marcarán mi vida, un libro que va a ser un referente en mi particular estantería de “revisitables”, como ya lo son “El guardián entre el centeno” o los cuentos de Katherine Mansfield.
    No había leído a Grossman, pero siento que este libro lo ha escrito para gente como yo. Reconozco en Ora otras soledades… eso si es que la soledad no es la misma siempre.
    Muy buen post, Enrique. Gracias.

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  3. Pues a mí casi me gusta más tu entrada que el libro... A ver, es una gran novela, ambiciosa, de una increíble belleza a veces, interesante, compleja, con momentos deslumbrantes... Pero, a pesar de que me fascinó al principio, el caso es que se me fue desinflando poco a poco, aún no sé muy bien por qué. ¿Los diálogos? ¿Lo forzado de algunas situaciones? ¿Mis propios filtros? No lo tengo claro, pero había algo que chirriaba. Y aún así, si alguien me preguntase si merece la pena, respondería: "¡Claro!".

    Por cierto, yo estoy con otro Grossman (Vasili), navegando a través de su "Vida y destino"...

    Un abrazo.

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  4. Me pasa exactamente igual que a ti, Francesca. Cuando llevaba veinte páginas ya sabía que era uno de esos libros. Yo tampoco había leído nada de Grossman (sólo algunos artículos de periódicos). Su estilo me daba algo de miedo, además de sus espantosos títulos: Véase: amor; El chico Zigzag; Tú serás mi cuchillo. Ahora han salido todos en bolsillo. De momento es uno de esos libros que se leen despacio: lo importante no está más adelante, está pasando ya. Sobre todo es la forma en la que está contado, todo el rato dando círculos. Como dice Miguel, con momentos deslumbrantes. Sabes que te los vas a encontrar a la vuelta de la página. Y lo mejor es que se nota esa entrega total del autor, su decisión de llegar al fondo. No sé si se desinflará: me da la impresión que ese dominio de la forma, al recrearse en ella, puede ser lo que finalmente te llevó a sospechar que la historia no llegó donde prometía con ese fulgurante comienzo. Ya veremos. Con el otro Grossman tuve yo una mala experiencia. Lo compré antes de su redescubrimiento. En un puesto callejero de Madrid, en una edición de los años 80 en Seix Barral, al parecer no traducida directamente del ruso sino retraducida del francés. Empecé a leerlo y no lo terminé. Me gustaba mucho a ratos, veía el plano general de la historia, pero me perdía en las escenas: muchas no las entendía, no entendía qué hacían, de qué hablaban, por qué actuaban así; a veces le perdía la pista los personajes, como si se entretuvieran en conversaciones y acciones anodinas, y ¡¡esa manía de los rusos de llamar a sus personajes con cinco nombres diferentes, entre apodos, diminutivos, apellido del padre o de la madre y del marido...!! Luego llegó el boom en España con una nueva traducción, pero para mí llegó tarde. Leí otro suyo, 'Todo fluye', bueno como documento histórico del estalinismo, genial como ensayo de política contra el totalitarismo comunista y para entender el siglo XX, pero inconsistente como novela. Así que, espero que tengas un buen viaje por las estepas rusas, y ya nos contarás. Yo tengo ganas de leer El doctor Zivhago. Lo leí cuando era joven y no me gustó. Puede que ahora sí.

    Gracias a los tres por la visita, con este frío se está a gusto así hablando de libros.

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