lunes, 10 de enero de 2011

No estamos solos


Soledad (E.A. 2011)


Comencé el año dando un paseo entre naranjos, alejado del bullicio, con la mente despejada, bajo un cielo alto y azul y cubierto de nubes blancas. ¿No puede ser la vida la calma de este campo? ¿Observar con atención estos árboles de troncos cortos y ramas que tocan la tierra? ¿Por qué cuando se habla de vivir nos referimos siempre a entrar a fondo en los asuntos del mundo, aún sabiendo que tienen menos consistencia que una naranja que pierde su color porque nadie la recoge? Cuando regresé del paseo, las niñas jugaban a esconderse entre los naranjos que rodean la casa. Por encima del tejado, al fondo, sobre la sierra el cielo se oscurecía anunciando lluvia. Y en la chimenea los troncos lanzaban llamas rojizas.

Empecé el año también leyendo. 

“A la luz del sol, en la prosperidad, las flores están muy bien; pero cuántos días lluviosos hay en la vida –noviembres de calamidades- en los que la chimenea y el hogar de un hombre serían realmente fríos sin el claro y animado resplandor del intelecto”. 

Es de El profesor, de Charlotte Brontë. No es una gran novela. Ella misma reconoce que es un primer intento antes de Jane Eyre y Shirley. (Fue rechazada por los editores y se publicó póstumamente en 1857). Pero sí tiene algunos momentos muy buenos en cuanto a narración de escenas y construcción de personajes, y una concepción de la novela muy moderna como un intento de captar la realidad de la vida del hombre corriente, un propósito que la autora explicó en el prefacio: 

“Mi héroe debía abrirse camino en la vida real como había visto que hacían hombres reales… Como hijo de Adán, habría de compartir su destino: trabajo durante toda la vida combinado con una moderada dosis de placer”.


Este realismo, sin embargo, depende de cómo uno vea la realidad, o mejor, de la parte de la realidad a la que uno preste atención o a la que se otorgue valor. El cielo y el infierno son reales, están aquí a nuestro alrededor, los vemos todos los días. Lo real no es sólo lo sórdido del ser humano, de su vida y de su mundo. Según Charlotte Brontë, si la novela quería reflejar la vida real, no podía mostrar una realidad mutilada, en negro, aunque tampoco en blanco. Hay extremos en la vida, y el hombre tiene que enfrentarse a ellos, pero cuando lo hace no está sólo. La realidad puede convertirse en un infierno, pero el ser humano que se enfrenta a ella se aferra a su humanidad, que lo sujeta a la vida a través de una visión de lo bueno. En mucha de la literatura contemporánea, seres perversos se debaten en realidades terribles y lo que queda es una visión desesperanzada de la vida. En la novela de Brontë, en cambio, seres mediocres, débiles e inmaduros se enfrentan a situaciones de dificultad, incluso de oscuridad o agonía, pero subsiste en ellos una reserva de esperanza, lo que nos da la oportunidad de presenciar una visión dura de la realidad, pero matizada por lo que sabemos que tiene también de belleza como una promesa escondida.



“Los novelistas no deberían cansarse nunca de estudiar la Vida real. Si cumplieran con este deber concienzudamente, nos ofrecerían menos retratos taraceados con fuertes contrastes entre luces y sombras; rara vez elevarían a sus héroes y heroínas a las más altas cúspides del éxtasis, y menos frecuente aún sería que los hundieran en las simas de la desesperación, puesto que, si bien son muy escasas las ocasiones en que paladeamos una dicha plena en esta vida, más escasas son las ocasiones en que saboreamos la hiel de una angustia sin esperanzas. A menos, claro está, que nos hayamos sumergido como bestias en las satisfacciones de los goces sensuales, que hayamos abusado de nuestras facultades para el placer, llevándolas al límite, estimulándolas, tensándolas de nuevo al máximo, hasta destruirlas finalmente. Entonces nos encontraremos de verdad sin apoyo y privados de esperanza"

3 comentarios:

  1. Querido Enrique:
    El último texto que citas me parece que es de un puritano insoportable. sumergirse en los placeres sensuales no te lleva a la "angustia sin esperanzas". La vida es por lo general tan dura que disfrutar de los placeres es de lo más humano que hay. El problema se genera cuando no respetamos el limite que supone el projimo. El infierno existe, y existe en vida. En eso estoy de acuerdo contigo. Una persona entra en el infierno por desequilibrio mental o como resultado de su egoismo. Por eso cuando uno se deja llevar por los placeres sensuales y con ello hace daño a otro entonces sí caemos a medio o largo plazo en la angustia y la ansiedad. Los auténticos pecados se pagan en vida.
    La Brontë, quizás debido a su desgraciada vida, era una reprimida. En la carta que recomiendas en tu post se lee claramente:
    “Sé que a ti, tan serena y tranquila, no te asalta, como a mí, una imaginación desbocada, furiosa, ni la sensación de estar pletórica de un vigor y de una energía parecida a la de esos vientos embravecidos que recorren el páramo, a la de las olas gigantes que una galerna puede levantar, y hasta a la de la lava ardiente que, según cuentan los viajeros, brota violenta de las entrañas de la tierra. Esa sensación tengo, querida Ellen, debajo de la evidente debilidad de mi cuerpo, tan insignificante y castigado por la enfermedad. Y todavía sigo sorprendida y admirada de que una fragilidad como la mía pueda albergar tal imaginación, cargada, con fuerza y hasta con violencia, de sueños tan esplendorosos y magníficos.”

    "lava ardiente que brota de las entrañas de la tierra". Que bonita interpretación haría en doctor Freud de estas lineas.

    Charlotte tenía además el ejemplo de su hermano. Un libertino según ella.

    Es muy bonito constatar que esa líbido reprimida de la Brontë sirvió, al menos, como motor para sus magníficas novelas.
    un abrazo
    Buen post!!

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  2. Yo creo que Charlotte Bronte (como tantos) cuando se refiere a "la Vida" la identifica con "su vida" y ahí comete un grave error. Tal vez todos acabamos haciendo lo mismo y convirtiendo así en nuestro imaginario una pequeña y poco representativa parte en el todo... mal, muy mal.

    Sospecho que en este tema no coincidimos, Enrique, pero es que yo, de las Brontë, siempre he preferido a Emily... viviría mil veces antes en Cumbres Borrascosas que en Thornfield Hall (de Heathcliff y de Mr. Rochester ya ni hablamos...).

    Estoy contigo, Corto, Freud se habría divertido estudiando a esta chica (aunque ese señor tampoco me gusta un pelo... otro que tal, que se te escapa un autobús y ya anda él dándole vete a saber qué significado... mmm... ).

    Bonito post. Y a todo esto, ¡feliz año!

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  3. Amigo Corto. Charlotte Brontë y tú decís algo similar. Ella no dice que el placer conduzca a la angustia y la desesperación, sino sumergirse "como bestias" en el placer, es decir, vivir reduciendo la vida a lo material, amputando de la realidad la parte intangible que es, sin embargo, la que nos constituye como humanos. Dice lo mismo que tú, lo que nos destruye es utilizar al otro solo como medio para nuestra satisfacción, el egoísmo y no respetar al prójimo en su valor individual. ¿Dónde ves el puritanismo, entonces? ¿Y tú, Francesca? Me gustaba esa cita por lo que tiene de actualidad de nuestra época materialista. ¿No es tarea de lo genuinamente humano (la cultura, el amor) canalizar "lava ardiente que brota de las entrañas de la tierra"? ¿Tú a eso lo llamas represión? Esa última carta me parece un canto maravilloso a la fuerza del espíritu y a la libertad humana. Cómo, representada en el impulso poético, trasciende los límites de lo material. Me iría a vivir a la casa de Charlotte, ¿y a la de Emily? No lo sé, Francesca. Nunca entendí Cumbres Borrascosas. Tendré que volver a leerla. Quizá ahora, a estas alturas de la vida, la entienda.

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