viernes, 11 de noviembre de 2011

El cuarto interior

Caminos de otoño (D. A. / 2011)

Carson McCullers empieza su autobiografía diciendo que el amor y el trabajo han llenado su vida. Cuando la lees no te queda ninguna duda de que eso es cierto, aunque más por el trabajo que por el amor. Sufrió tanto por sus enfermedades que es doblemente triste pensar que también el amor fue para ella fuente de dolor. Solía decir que cuando no estaba inspirada en el trabajo, sentía el alma decaída; pero también las decepciones del amor causaron estragos en su salud. Se enamoró a los 17 de un joven bello y vital, lleno de sueños. Pero sus relaciones fueron tortuosas y malsanas y el “joven glorioso” se convirtió pronto en la peor catástrofe de su vida.

Para referirse a su trabajo como escritora utiliza expresiones como emoción, gratitud, iluminación, misterio, relámpago, bendita luz. En cambio, cuando habla del amor solo se ve aislamiento, pérdida y oscuridad. Lo llamaba ‘cazador solitario’. Lo que nos hace naufragar, parece decir, es lo mismo que da sentido a nuestras vidas. De la misma forma que las mejores palabras brotan de un lugar silencioso, las cadenas de la soledad solo se rompen en soledad. De ahí el tono sereno y transparente de sus novelas: como si amara a sus personajes pero los viera desde muy lejos en el tiempo, incitándonos a aceptar lo que les ocurre con resignada fatalidad.

Mick, uno de los personajes que protagonizan ‘El corazón es un cazador solitario’, es una chica soñadora, que camina por ahí “como si buscara algo perdido”. Testigo de vidas a la deriva, se siente tan confusa como los otros, es una más entre las personas que “cuentan sus secretos al vacío”. Pero ella tiene algo que la salva de la destrucción que amenaza al resto de personajes: un lugar personal al que recurre en busca de consuelo y donde la soledad se convierte en su arma contra el aislamiento. En el exterior parece que no ocurre nada decisivo, pero cuando Mick se echa en el sofá, cierra los ojos y penetra en “el cuarto interior”, hasta el canto de un pájaro cobra sentido, aunque sea “triste como una pregunta sin palabras”.

***

Mi escena preferida de su autobiografía es la que cuenta cómo a los veinte años, durante un viaje, unos amigos le insisten para que lea a Isak Dinesen. "Cuando ya estábamos en el coche, listos para salir, me pusieron dos libros en la falda: Memorias de África y Siete Cuentos Góticos. Empecé Memorias de África en el coche y leí hasta la caída del sol. Nunca me había sentido tan maravillada. Después de años leyendo este libro, y lo he leído muchas veces, cada vez que lo empiezo sigo experimentando una sensación de consuelo y, a la vez, de libertad".

2 comentarios:

  1. Mick somos un poco todos ¿no? ¿leer no es eso, habitar un cuarto interior? Cuando leí sobre su pasión por la música, pensé que pocas veces un escritor escribe sobre sí mismo con tan poco disimulo...
    Estaba ya lista para retomar una lectura y me acaban de entrar unas ganas locas de volver a África con Dinesen... ¿ahora qué hago, eh? ¡si es que me lías!

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  2. ¿Qué haces? Pues deberías hacer caso a Carson McCullers. Déjate guiar. ¿Quién sabe qué te está esperando? Es inútil ir en busca de los libros. Son ellos los que nos encuentran. Yo he bajado de la estantería todo mis libros de Dinesen. Últimos Cuentos, Carnaval, Ehrengard, Siete cuentos góticos, todos de esas viejas y maravillosas ediciones de bolsillo de Bruguera compradas en librerías de saldo. Muchos de los cuentos de Dinesen se componen de historias que se cuentan los personajes. Uno de ellos empieza así:

    "Tomad asiento, señora. La historia es algo complicada...
    Sin más palabras la dama se sentó en el amplio sillón que le ofrecían. La biblioteca en que se encontraban era una estancia fría, de altas paredes; el rumor de la calle les llegaba apenas como el murmullo sedante del mar en calma".

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