viernes, 12 de abril de 2013

Sobre la libertad II: 'El doctor Zhivago'




A veces Yuri se ve asaltado por instantes de felicidad inexplicable e incongruente. Todo aquello que le causa esa extraña felicidad es incierto e inestable, aunque no engañoso. Los tiempos de oscuridad que le tocó vivir transformaron a las personas y arrasaron todo lo que tenía sentido en su vida. Se repite muchas veces a sí mismo que siente un dolor implacable que, sin embargo, aparece siempre mezclado con la dicha suprema. 

Una vez se sentó a escribir junto a la ventana a la luz del sol poniente de otoño y vio pasar volando, dice, “pájaros silenciosos que proyectaban sombras sigilosas en la habitación”. Las sombras cubrían su cuaderno, subían al techo y, cayendo lentamente, desaparecían sin hacer ruido. Pero, al rato, Yuri levanta la cabeza y se da cuenta de que “los misteriosos pájaros que iban y venían junto a la ventana no eran sino las hojas de color fuego vivo del arce que planeaban meciéndose suavemente en el aire e iban a posarse junto a los árboles sobre la hierba como estrellas anaranjadas y retorcidas”.

De lo sangrante y perturbador, de lo ardiente y desgarrador, surge una apacible amplitud, como si pudiéramos vernos a nosotros mismos con los ojos de Dios. Ese esfuerzo por sobreponerse a las fuerzas destructivas del presente mantiene siempre despierto y en vilo a Yuri. Sabe que la pureza que uno es capaz de preservar en los momentos más turbios de la existencia dejarán una huella consoladora que a la vez será una prueba de la nobleza indestructible de la vida. Las sombras de los pájaros silenciosos se posarán, ya liberadas del viento, en su frente para devolverle el contacto de la mano amada.

El arte sirve a la belleza, piensa Yuri. Por eso ‘El doctor Zhivago’ es una historia sobre “la enfermedad del siglo, la locura revolucionaria de la época”, el delirio de la política fanática, pero también una historia de amor que demuestra que aunque los destinos individuales puedan sucumbir a las ciegas fuerzas del poder, cuando son tocados por el amor permanecen inalcanzables, como esas hojas de color fuego vivo que planean sobre el cuaderno de Yuri esparciendo sombras de belleza.

Ahora observemos una vez más a Yuri. Solo, perdido, medio sepultado por la nieve, en una casa cercada por las ratas y hacia la que avanzan los lobos como oscuros mensajeros de la muerte. Alejado de su familia, separado de Lara, despojado de la razón de existir, sin futuro, con el único consuelo que ofrecen las lágrimas de la desesperación. Escribe en su cuaderno: “El arte, incluida la tragedia, es el relato de la felicidad de existir”.

***



El 23 de octubre de 1958 la Academia de Suecia concedió el premio Nobel de Literatura a Boris Leonídovich Pasternak (1890-1960). Ese mismo día, el escritor respondió con un telegrama de agradecimiento. Una semana después enviaba otro telegrama en el que anunciaba su renuncia al galardón. En esos pocos días el acoso del Estado soviético contra Pasternak se había intensificado de tal modo que lo había llevado al borde del suicidio.

La novela ‘El doctor Zhivago’ no se había publicado en la URSS, donde permaneció prohibida hasta 1988. Era la obra de su vida. Había comenzado a escribirla a principios de los años cuarenta. Mientras lo hacía, le enseñaba fragmentos a sus amigos, entre ellos la poeta Anna Ajmátova, a quien leyó unos capítulos en su casa, a la hora del te, sentados a la luz de una lámpara. Sabía que nunca le permitirían publicarla. Por eso le entregó el manuscrito al editor italiano Faltrinelli con estas palabras: “Usted me ha invitado a mi propia ejecución”.

El relato de los tímidos intentos de editar la novela en la Unión Soviética es un ejemplo de cómo le terror de un Estado totalitario puede paralizar a una sociedad entera, y también de la enorme fuerza de la verdad que es capaz de expresar la literatura. Pasternak fue acusado de antisoviético, individualista y de ser un Judas traidor al Socialismo y al Partido.  Olga Ivínskaia, la mujer que le inspiró el personaje de Lara, le sobrevivió 35 años. Por él, sufrió torturas y años de confinamiento en campos de concentración. También Pasternak, como Grossman, escribió una carta a Khrushchev para evitar el exilio: “La salida fuera de las fronteras de mi patria equivaldría para mí a la muerte”.

Cada año, al cumplirse el aniversario de su muerte, sus admiradores acudían a su tumba en el cementerio de Peredelkino, la aldea cercana a Moscú donde está la casa de Pasternak. Allí recitaban sus poemas, intercambiaban versos aprendidos de memoria y los copiaban a mano. Los versos de Pasternak, los versos de Yuri:

Azotaba la ventisca la tierra entera
y todos sus confines.
Sobre la mesa ardía una vela,
una vela ardía.
 En el techo iluminado
se proyectan sombras,
piernas cruzadas, brazos cruzados,
destinos cruzados.
 Y todo el mes de febrero el viento
barrió la nieve, noche y día.
Sobre la mesa ardía una vela,
Una vela ardía.

7 comentarios:

  1. Miguel: gracias por la música. Yo no he vuelto a ver la película (que extrañamente figuraba a la cola de aquellas 250).

    Gloria: ¿Te gusta por lo trágico? Lara es extraña. Aunque en realidad no sabemos mucho de ella. Todo lo que vemos es lo que ve Yuri, que no es mucho. ¿No crees? Léela otra vez.

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    1. Dios mío, ¡esa lista! Imperdonable... ¡Menos mal que, por lo menos, estaba! Y sí, extraño. Es una de las películas que más veces he visto. Y era, además, una de las favoritas de mi padre, por lo que le tengo un especial cariño.

      Enhorabuena por esta serie en tu blog. Es magnífica.

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  2. "Solo hay dos tipos de mujeres, y tú, querida, no eres de las primeras".
    Es la historia de ella por lo que representa, es la más bella, la segunda, la otra, la pobre, el amor enredado con la necesidad, la necesidad que se vuelve amor, la valentía del que nada pierde... es mi perfecta imperfecta.

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  3. Es la historia de Olga Ivinskaya, esa madre de dos hijos, viuda, que vino a enamorarse de un poeta veinte años mayor en una fiesta del círculo literario de Moscú. Una mirada, un segundo que entrelazaría sus vidas en un amor apasionado pero que los separaría con dolor.
    A pesar de la cárcel, la tortura, al alejamiento forzado, el gulap, él la amó hasta el final de su vida. Y cuando vio que esta se le escapaba, la llamó en cada suspiro. Ni despedirse pudo. Nadie la avisó.
    Por todo eso... me gusta.

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    1. No creo que sea la segunda, la otra, la pobre... A mí también me gusta Olga, pero me gusta más Lara, "una muchacha de otro mundo". La criatura más pura del mundo, se dice en la novela. "Se desplazaba silenciosa y rítmicamente, y todo en ella, la imperceptible rapidez de sus movimientos, la estatura, la voz, los ojos grises y el color rubio de sus cabellos, estaba en armonía". Y sin embargo, su destino sería "verlo todo y sufrir por todo".

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