miércoles, 31 de julio de 2013

La melancolía del capitán Benwick

Melancolía (E.A. /2013)

El diccionario no explica bien el significado de la melancolía. No es exactamente una "tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente". Esa idea de la melancolía nos puede llevar a pensar que se trata de la peor de las tristezas, porque su motivo no es aparente, sino que se encuentra en un lugar tan profundo que no somos capaces de verlo. En realidad, es justo lo contrario, según la entendía un maestro de la melancolía como John Keats. La melancolía, para el poeta, es la tristeza que conoce el motivo que la provoca. Según él, es el conocimiento de ese motivo lo que despoja a la melancolía de su tristeza y la convierte en otra cosa: la revelación de la fugaz belleza de lo vivido. Y llega, en palabras de Keats, después de que se ha hecho estallar "la uva de la dicha". Por eso los poetas escriben para encontrar el sentido de su melancolía, no para salvarse de ella.

El capitán Benwick vivía en una casita construida casi al pie de un viejo espigón en la bahía de Cobb. Acababa de perder a su mujer. Hacia tres meses que al desembarcar tras una travesía en el navío Grappler, donde llevaba un par de años buscando fortuna, recibió la noticia del fallecimiento de Fanny, con quien apenas había disfrutado de unos meses de vida en común. Verlo pasear por la bahía con aire melancólico en las tardes de noviembre despertaba la compasión y la simpatía de sus amigos, a quienes les parecía el tipo de persona que ha venido al mundo para sufrir. Era tímido y serio. Una colección de libros bien encuadernados era ahora su mejor compañía.

Leía sobre todo poesía, pues encontraba en ella consuelo a la angustia sin esperanza de su corazón roto. Aunque sus amigos le adviertían del peligro que tiene la poesía para los espíritus desventurados, a quienes puede hacer caer en las trampas de la autocompasión, el joven capitán leía una y otra vez los versos de 'La dama del lago' hasta aprendérselos de memoria, alimentando así su melancolía. También le gustaba conversar sobre poesía, aunque, hallando pocas ocasiones para hacerlo, se conformaba con evocar, sentado en la bahía, los mares azul oscuro de Lord Byron. 

Para la mayoría de la gente resulta un joven aburrido. No le gusta ir de caza, y si sale de paseo es muy capaz de recorrer la bahía de extremo a extremo sin pronunciar palabra. Cuando lo visitan amigos, sin embargo, siempre hay alguien que lo comprende. La poesía se convierte entre ellos, entonces, en un salvoconducto hacia un lugar donde las palabras no son enemigas del silencio. La poesía es también así, siempre, un principio. Su capacidad de tocar lo oscuro va unida a la de iluminar los senderos que conducen de vuelta a la vida.

John Keats pudo haber sido uno de esos amigos que visitaron al capitán Benwick durante sus días de infortunio. Además de compartir el nombre de la amada, Fanny, un destino similar les negó la perdurabilidad de sus respectivos amores. Su 'Oda a la Melancolía' parece escrita para alguien que, como el capitán, ha hecho estallar la uva de la dicha y ha descubierto, con un amor perdido en su momento de esplendor, que en el templo del deleite se oculta el santuario de la melancolía. De haberse producido ese encuentro, el poeta aprendería del capitán que, en la desgracia, la "angustia alerta del alma" es lo que nos mantiene en pie. Si ambos conversaron en largos paseos por la bahía, la poesía les debió servir para aceptar el dolor del amor truncado. Y también podemos pensar que si uno ardió en las palabras, el otro vivió lo que hay en ellas de dicha renacida.

***


1814 es el año del duelo. El capitán Benwick aparece en la novela ‘Persuasión’, de Jane Austen, publicada en 1818, y allí se cuenta su historia, según la cual meses después de recibir la noticia de la muerte de su esposa, el amor volvió a aparecer en su vida en uno de esos paseos otoñales por las bahía. John Keats tenía entonces 19 años y era ya un apasionado de la poesía. Conoció a Fanny Brown cuatro años después. Durante los dos años en que se amaron, antes de que él enfermara de tuberculosis, Keats escribió sus mejores poemas, entre ellos 'Oda a la melancolía', en 1819.

Pero cuando la melancolía caiga de repente
del cielo como una nube de lágrimas
y dé vida a los capullos marchitos de las flores
     y oculte la ladera verde en un sudario de Abril;
sacia entonces tu pena en una rosa de la mañana
     o en el arco iris de la ola salada y arenosa,
             o en la redonda abundancia de las peonías;
o si tu amada muestra vivamente su enojo,
toma su mano suave y déjala quejarse
y nútrete de la hondura de sus ojos sin par.

         Vive ella con la Belleza, Belleza que ha de morir
y con la alegría, cuya mano en sus labios siempre
   está diciendo adiós; y con el doloroso Placer
   que se vuelve Veneno mientras liba en él la abeja;
en el mismo templo del Deleite, ay,
    oculta la Melancolía su soberano santuario
sólo visible a quien pueda hacer estallar la uva de la Dicha
    con su lengua ardiente contra su frío paladar
y saboreará su alma la tristeza de su poder
y quedará colgado entre sus turbios trofeos.
     
Este poema, en versión de Ángel Rupérez, se puede encontrar en el libro 'Lírica inglesa del siglo XIX'. 

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