[Niebla / E.A. 2013] |
“El mundo en el que vives, corazón mío, no existe tal como te lo he representado. Los ojos en los que has confiado han sido infieles contigo”.
Sabemos
tan poco de los demás que no conocemos ni a quienes amamos. Deberíamos hacer
como Motita, que cuando su marido avanza hacia ella para entregarle su amor,
ella extiende la mano para detenerlo y decirle: “¡No, no me ames aún, por
favor, John! ¡No me ames durante uno o dos minutos más!”.
En
el cuento en el que ocurre esa escena, 'El grillo del hogar', todos parecen tener un defecto de visión
que les impide reconocer a los otros o apreciar las cosas que les rodean tal
como son. Su ceguera ante las cosas visibles es tal que seres del mundo
invisible tienen que acudir en su auxilio cuando sus vidas se convierten en una
confusión de medias verdades, mentiras, sospechas y espejismos. No solo el
egoísmo es la causa de la ceguera, también las buenas personas pueden ser
cortas de vista. Cada uno tiene un motivo diferente que le impide ver y a todos
les salvará el amor, aunque primero tendrán que aprender a mirar.
Por
eso, cuando está a punto de perder todo lo que ha construido en su vida: su
matrimonio, su hijo, su hogar, sus amigos; Motita le dice a su marido, un
hombre sencillo y bueno, pero de lenta percepción: no me ames todavía, antes
debes escucharme y ver lo que es difícil de ver. John la amaba con toda su
ternura y bondad, pero no era a ella exactamente a quien amaba. Porque puede ocurrir
eso: amar a alguien y no ver su corazón. ¡Es tan difícil ver a través de la
niebla!
Solo
vemos de verdad cuando alguien nos hace ver, cuando se nos permite mirar desde
fuera de nosotros y, en un espejo o en un cuadro, o entre las llamas del fuego,
nos vemos con los ojos de otro. No lo podemos hacer solos. Así ocurre en el
hogar de Motita, y en el nuestro, si tenemos la suerte de que esté bendecido
por el espíritu de la lumbre, que hace que en el momento de la iluminación, de
cada objeto capaz de generar un recuerdo, salgan hadas en tropel para mostrarnos
la verdad del amor.
Y si
ya no somos capaces de ver las hadas, siempre tendremos los cuentos.
“La niebla impedía ver a mucha distancia, como es natural, pero era mucho lo que se atisbaba, ¡oh, sí, mucho! Es asombroso cuánto se puede ver con una niebla incluso más densa que aquella con solo tomarse la molestia de buscar con la mirada…”
***
Charles
Dickens (1812-1870) escribió ‘El grillo del hogar’ en 1945, en la misma época
que ‘Canción de Navidad’. Ambos cuentos están incluidos en el tomo que Debolsillo
acaba de lanzar con el título “Cuentos de Navidad” y con traducción de Nuria
Salinas.
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